Nausicaä en el Valle del Viento

El valle del viento es un lugar que se ha convertido en maldito mil años después de una guerra mundial catastrófica. La humanidad sobrevive, a duras penas, a orillas de un bosque contaminado con gases tóxicos e insectos mutantes gigantes, que cubren gran parte de la Tierra. En este escenario post-apocalíptico, habita Nausicaä, la princesa del Valle del Viento, única hija del rey. Esta joven piloto y
guerrera busca la clave sobre esos contagios y se resiste a ver a los insectos como enemigos. La crisis estalla cuando el reino vecino de Tolmekia, al mando de la princesa Kushana, invade el pueblo e intenta revivir a un mortífero «Dios de la guerra», de los tiempos de la gran hecatombe, para triunfar contra sus enemigos y contra el bosque contaminado. Miyazaki plantea ya desde este film, su amor hacia la naturaleza, es decir, esa suerte de ecologismo tan particular, nada forzada ni obvia, que le ha caracterizado desde entonces. ‘Nausicaä’ es, asimismo, un film que reivindica la paz y el intento de comprensión de los enemigos, a pesar de —o precisamente al— rebosar escenas bélicas, batallas de todo tipo y artefactos diseñados para la guerra en la imaginación del autor.

En este sentido se asemeja, más que a ningún otro anime de los que creó Ghibli más adelante, a ‘La princesa Mononoke’. Si bien su tono es menos violento, comparte con ella muchos elementos, tanto que la de 1997 podría parecer una reescritura de ésta. Las mencionadas enseñanzas —pacifista y de respeto por los seres vivientes— se imbrican en una historia emotiva, original y que permite momentos entretenidos y trepidantes, así como bellísimas escenas contemplativas. ‘Nausicaä’ presenta colores más pastel que otras cintas de Ghibli, lo cual no sé si se debe a una elección del autor o a que la restauración de la que hablábamos ayer no haya rescatado por completo los tonos y nitidez originales para la presente versión en 35 mm. A pesar de la sensación de paso del tiempo que puede provocar esta baja saturación, una vez se entra en el universo de la película, todo resulta maravilloso. Los animales e insectos gigantes parecer que tuviesen personalidad propia, los paisajes son tan imaginativos y atrayentes, que podríamos colarnos en ellos y sobrevolarlos como hace la protagonista sin dejar de sorprendernos. Los personajes son, como siempre en este creador, otro de los estímulos de la obra, tanto por su diseño estético, como por su personalidad siempre ambigua y por su comportamiento. Es, por todo ello, una película que se goza. Llama mucho la atención, a lo largo de todo el anime, la banda sonora de Joe Hisaishi, colaborador habitual de Miyazaki y su productor y socio, Isao Takahata. Si muchos detalles de ‘Nausicaä del valle del viento’ nos sirven para datar la película en los años ochenta, la música es lo que más claramente nos remite a esa década. Partituras electrónicas muy marcadas —casi estridentes— acompañan los momentos de acción y aventura que vive la joven, mientras otras composiciones más melódicas, bastante bellas, ambientan los momentos de mayor tranquilidad. Un film largo, denso y exigente, pero al que no le falta nada de lo que nos ha fascinado de Miyazaki en propuestas posteriores. Ética y estéticamente maravillosa, ‘Nausicaä del valle del viento’ supone una cita ineludible y, aunque sea con más de un cuarto de siglo de retraso, esta versión restaurada nos brinda una excelente oportunidad de apreciarla en todo su esplendor
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